4 películas: Paul Thomas Anderson

Paul Thomas Anderson compone, sin dudarlo, un lugar privilegiado entre las apariciones más importantes de la industria del cine de Hollywood de las últimas tres décadas. El director californiano ha sellado su cualidad “de autor” combinando guiones (propios) con vastísimas producciones, poniendo nuevamente en primer plano lo que parecía extinto desde la década de los ’90 en Hollywood: cierta “autonomía” todavía puede retribuir con millones en recaudación.

A la manera de los directores surgidos en la década del “nuevo cine americano” de los ’70 (Scorsese, Altman, Friedkin), Anderson navega constantemente entre el cine como entretenimiento y el cine como lenguaje artístico. En este sentido, PTA suele ir a contramano de lo requerido por el público masivo, por lo que la búsqueda de pura linealidad en su estilo es misión casi imposible (y tal vez, innecesaria) y sus intenciones como director son renovadas película tras película.

Desde extensos repartos de talentosos y populares actores hasta estudios de carácter centrados en la construcción de un personaje, desde historias interrelacionadas hasta recreaciones de época sumamente cuidadas y ambientadas, Anderson busca, antes que nada, la satisfacción personal como artista. Su perfil distintivo también lo define la dirección de video clips de músicos de la talla de Fiona Apple (ex pareja de Anderson en los ’90), Aimee Mann o los recientemente estrenados Daydreaming y Present tense, canciones del último disco de Radiohead.

Repasamos aquí las últimas cuatro producciones de la “mente brillante” de Hollywood.

  1. Junun (2015)

PTA y Jonny Greenwood (guitarrista y compositor de Radiohead, colaborador inseparable de PTA desde 2007) emprenden un fugaz e inesperado viaje a la India para registrar la colaboración del músico inglés con un numeroso grupo de virtuosos músicos locales. De 54 minutos de duración, Junun es un mediometraje documental filmado con el sólo propósito de registrar más que contar o narrar, por lo que aquí se ve el Anderson más descontracturado posible. Casi siempre ajeno a lo registrado y con sólo breves intervenciones, Anderson, con cámara en mano, nos muestra de manera natural y desgarbada los ensayos previos a una presentación en vivo, la interacción y planificación entre los músicos y algún que otro viaje por las colmadas calles de Rajasthan.

  1. Vicio propio (Inherent vice, 2014)

Adaptación del (supuestamente) inadaptable y enigmático novelista norteamericano Thomas Pynchon, Vicio propio nos relata las extrañas andanzas del detective privado Larry “Doc” Sportello (Joaquin Phoenix). La historia se sitúa en Los Angeles en 1970 (lugar y año del natalicio de Anderson), en medio del universo hippie a punto de culminar. Las conversaciones histriónicas y los frenéticos personajes de la historia le dan a Vicio propio una marca particular y, tal vez, de difícil acceso. La escritura del guión no sigue una estructura puramente dramática: Sportello busca incesamente a su novia desaparecida, conociendo delirantes personajes, surcando calles llenas de drogas, música y liberación sexual. Al igual que en Magnolia, PTA convoca a un reparto enorme de actores para ambientar de manera brillante y psicodélica los comienzos de una de las décadas clave de la cultura rock.

  1. The Master (2012)

En este oscuro drama de interiores, Anderson nos transporta a 1950. Freddie Quell (Joaquin Phoenix) es un problemático (y alcohólico) ex combatiente de la segunda guerra que busca reinsertarse en la sociedad como fotógrafo. Su vida parece enderezarse hasta que conoce a Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), líder de una extraña organización religiosa llamada “La Causa”. Comienza entonces una intensa relación entre ambos, que se irá transformando rápidamente en relación de poder y perversión. A medida que Quell se adentra en el mundo de Dodd y sus seguidores, los secretos se irán revelando y el interminable “juego mental” se adueñará de la vida de ambos. Anderson focaliza aquí en la interpretación, construyendo una intrincada historia con actuaciones superlativas y un guión magistral. Es sabido que PTA se inspiró, para crear el personaje de Dodd, en L. Ron Hubbard, el fundador de la polémica Iglesia de la Cienciología.

  1. Petróleo sangriento (There will be blood, 2007)

Fanático de las historias de otras épocas, PTA nos lleva ahora a comienzos del siglo XX, para contarnos la cruenta vida del magnate del petróleo Daniel Plainview. Petróleo sangriento es un estudio de carácter hecho y derecho, un show inolvidable del obsesivo Daniel Day-Lewis, quien construye uno de los personajes más complejos y temerarios que nos ha dado el cine en los últimos tiempos. Con impresionante fotografía y locación y una envolvente banda sonora de Jonny Greenwood, Anderson retrata la vida rural de comienzos de siglo, atravesada por la religión, el poder y la violencia que rodean a la sociedad emergente del interior de Estados Unidos. Plainview se asienta en un pequeño pueblo dominado por la represión y la dominación masculina y ultraja tierras a la fuerza para su sólo cometido empresarial. Violento, anti-humano y sin límites, derribará a cualquiera que se interponga ante su ansia de poder, incluso si es su propio hijo.

por Juan Manuel Pasam

4 películas: Peter Weir

Muchos directores tienen sus películas “olvidadas”, aquellas primeras obras que eludieron las grandes recaudaciones y los estrenos mundiales, pero que al mismo tiempo son consideradas películas clave para comprender el estilo de su creador. Peter Weir no es la excepción.  El reconocido y multipremiado director australiano de, por ejemplo, Testigo en peligro, La sociedad de los poetas muertos y The Truman Show, contiene también en su filmografía películas bastante menos alabadas por la gran industria, pero no menos importantes en su historia como realizador.

Weir nos enfrenta continuamente con el choque inevitable de individuos y grupos sociales en el mundo moderno, en diferentes ámbitos y contextos, poniendo en primer plano los reales problemas que acosan al hombre de la modernidad: la soledad, el exceso del deseo, la incapacidad de habitar el lugar del otro.

Partícipe de la llamada “nueva ola de cine australiano” de la década del ’70, momento en que el gobierno local decide financiar sus propias producciones para cortar con la masiva embestida de películas norteamericanas, Weir emerge como el director más provocador y, posteriormente, exitoso del país oceánico.

  1. Los coches que devoraron París (The cars that ate Paris, 1974)

Primer largometraje de Weir. Paris es un pueblo rural australiano, alejado de todo y de todos, habitado por siniestros personajes… ¡y por automóviles! Un hombre y su hermano sufren un accidente en la entrada del pueblo, tragedia que termina con la vida de uno de ellos. El hermano sobreviviente es sutilmente “capturado” por el alcalde y los residentes del pueblo y la consigna es que nadie debe irse de Paris. ¿Por qué? El hombre, acorralado por la extraña conducta de sus residentes, irá descubriendo poco a poco el gran secreto de la comunidad.

  1. El enigma de las Rocas Colgantes (Picnic at Hanging Rock, 1975)

Inspirada en hechos reales, la película retrata la desaparición de varias alumnas y su maestra durante un día de picnic en la formación rocosa Hanging Rock, salida con motivo del festejo del Día de San Valentín en el año 1900. Con brillante fotografía, Weir aprovecha la gran locación elegida y muestra de manera cruda y nítida la alternancia entre el silencio mortal de la naturaleza y la oscuridad introspectiva de las adolescentes. Al macabro suceso el director le agrega un polémico e inusual erotismo reprimido en las alumnas, rodeadas por la dogmática sociedad de los albores del siglo XX.

  1. La última ola (The last wave, 1977)

Inusuales eventos meteorológicos y problemas ambientales azotan a Sydney. Mientras tanto, un abogado decide actuar como defensa de cinco aborígenes acusados de asesinar a un habitante en los suburbios de la ciudad. El letrado comienza a verse afectado por el caso: lo azotan sueños en los que ve a uno de los nativos y se desata una extraña conexión entre ambos. Se sucederán revelaciones personales, místicas y ancestrales en medio de un panorama apocalíptico, mientras la ciudad es amenazada por las fuerzas de la naturaleza. Con la música hipnotizante del didgeridoo, Weir nos abre las puertas de una pesadilla sin retorno y evidencia su talento con esta verdadera obra maestra.

  1. El visitante (The plumber, 1979)

Un plomero irrumpe en la vida cotidiana de una joven pareja con la excusa de realizar arreglos en el baño del departamento: el argumento es simple. Lo que no es nada simple es construir un personaje tan pero tan molesto. Todo lo manifestado por el plomero sugiere al comienzo, tal vez, cierta compasión, pero rápidamente se transforma en molestia y miedo: sus movimientos, sus insoportables conversaciones, la urgencia por ser aceptado, su silbido, su violencia contenida… Luego de su primera aparición en la historia, su presencia será la más esperada y la que generará más rechazo. Lógicamente, las cosas se complicarán con la esposa indefensa y un marido ausente y descreído.

por Juan Manuel Pasam

4 películas: Brian De Palma

Durante los años ’70, De Palma desarrolló un estilo inconfundible, signado por temáticas recurrentes: el doble, la perversión sexual, el mirón, el ojo de la cámara como instrumento del voyeur, el dispositivo técnico como testigo y revelador de misterios, el héroe casual y novato.

Estas temáticas, de por sí complejas, son alimentadas con la utilización constante y casi obsesiva de determinados recursos cinematográficos, que más que provocar sobrecarga, expresan el cine como artificio en su esplendor más claro y eficiente, con un efecto en el espectador tal vez difícil de igualar. El uso del split-screen (pantalla cortada que presenta dos o más situaciones simultáneas en el cuadro dinamizando la narración) y la búsqueda de renovadas e intrincadas temporalidades adaptadas al género (el empleo de la cámara lenta en momentos clave o la música como constructora espaciotemporal), entre otros recursos, consagraron a De Palma como uno de los maestros del suspenso moderno.

  1. Hermanas diabólicas (Sisters, 1973)

Oscurísima primera gran producción de De Palma, con una Margot Kidder fenomenal, interpretando a dos hermanas gemelas con un pasado más que turbulento. En el medio: un mórbido doctor, policía desorientada y una vecina periodista a quien De Palma entromete en la historia de manera, justamente, muy… ¿“De Palmesca”? Grace presencia, de manera accidental, un violento asesinato mientras contempla el paisaje urbano sucedido a través de su ventana (creo que no hace falta decir que De Palma podría ser el hijo que Hitchcock nunca tuvo, pero el que más quiso). De ahí en más, la periodista junto a un detective privado indagarán hasta lo más oscuro en la vida de las gemelas. Es la primera colaboración musical de Bernard Herrmann (compositor de la banda sonora de las películas más importantes de Hitchcock) con De Palma.

  1. Vestida para matar (Dressed to kill, 1980)

De Palma dirigiendo a Michael Caine haciendo de psiquiatra, imposible evitarlo. Una paciente del Dr. Elliott es asesinada y mientras la policía sospecha inútilmente de la única testigo del crimen, el hijo de la falsa heroína apuñalada se transformará en detective experto con la ayuda de su cámara filmadora. Cinematográficamente excesiva y argumentalmente retorcida, puede ser tan previsible como fantástica: sólo hay que describir la extensa secuencia inundada de perversidad que comienza en el museo y culmina casi de manera apoteótica con el violento asesinato en el ascensor. Hay un antes y un después luego de Dressed to kill, es de las fundamentales.

  1. Estallido mortal (Blow out, 1981)

Después de dirigir a Caine lo llamó a John Travolta para interpretar a un grabador de sonidos para películas. De Palma lo hizo de nuevo: un dispositivo técnico (en este caso de audio) es pieza clave en la historia para desenredar lo que está detrás de un supuesto accidente automovilístico.  Cientos de sonidos moldean el relato a la vez que el sonido latente del posible crimen encierra a Jack, hasta que el juego del gato y el ratón con el asesino serial (John Lithgow) se vuelve frenético. La brutalidad de Lithgow, la sensualidad de Nancy Allen (quien todavía era mujer de De Palma) y un Travolta meticuloso, conforman un círculo imposible de abandonar.

  1. Mujer fatal (Femme fatale, 2002)

Otra vez el dispositivo técnico y el actor taquilla: Antonio Banderas interpreta a un fotógrafo desinteresado del mundo. Y sí, otra vez… su cámara fotográfica le dará las respuestas que no puede encontrar en relación al pasado y a la verdadera identidad de una enigmática rubia que también es morocha, atractiva y peligrosa. La secuencia inicial de la película es realmente brillante, De Palma es experto en manejar la tensión y las acciones simultáneas del relato: la entrada al Festival de Cannes es la excusa para llevar a cabo el plan que cambiará la vida de la protagonista.

por Juan Manuel Pasam